Sería una gran equivocación limitarse a aprender el comunismo simplemente de lo que dicen los libros. Nuestros discursos y artículos de ahora no son simple repetición de lo que antes se ha dicho sobre el comunismo, porque están ligados a nuestro trabajo cotidiano en todos los terrenos. Sin trabajo, sin lucha, el conocimiento libresco del comunismo, adquirido en folletos y obras comunistas, no tiene absolutamente ningún valor, porque no haría más que continuar el antiguo divorcio entre la teoría y la práctica, que era el más nocivo rasgo de la vieja sociedad burguesa.

V. I. Lenin

viernes, 10 de mayo de 2013

Prólogo a "Contribución al Problema de la Vivienda" de Friedrich Engels



Roberto Armando Ramírez

@RamirezRobertoA
roberto.ramirez.ucv@gmail.com

Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO).

Disponible en: http://goo.gl/r9qBY
La presente obra, que fue originalmente una reimpresión de tres artículos escritos por el autor y publicados en Leipzig del 2 de octubre de 1869 al 29 de setiembre de 1876, fue desarrollada en un contexto en el cual Alemania comenzaba a figurar en el orden económico mundial al ser participe de la industrialización y la concentración de capital, entiéndase, la transición de la manufactura y la pequeña producción hacia la gran industria que transformaría completamente la geografía urbana de la Alemania del siglo IXX. Esta transición es conocida en la historia como la Revolución Industrial y los obreros alemanes comenzarían a sufrirla.
La Revolución Industrial alemana trajo consigo los mismos avances comunes que a sus pares europeos: masificación de bienes y servicios, desarrollo general de las fuerzas productivas, nuevas tecnologías, etc. Sin embargo, trajo también los mismos males que afectarían negativamente a la clase trabajadora. Entre ellos podemos destacar la proletarización de las clases sociales intermedias, el éxodo de los campos hacia las ciudades hacinadas, las extensas jornadas laborales para hombres, niños y ancianos por igual; y por supuesto, la situación precaria de la vivienda.
Fue entonces que comienza el problema del que trata esta obra tal como lo conocemos hoy en día. Ello principalmente por la masiva afluencia de familias enteras buscando una mejor calidad de vida hacia a las ciudades que no fueron diseñadas para albergar grandes fábricas y sufrir un transformación tan repentina. El autor explica que tal situación sucedía en ciudades anteriores a la revolución industrial como Berlín, Londres, París o Viena, pero que en aquellas regiones en donde fue planificado un urbanismo orientado a la construcción de grandes fabricas, la penuria de la vivienda era casi desconocida, este sería el caso de ciudades como Leeds, Manchester, Bradford, etc. Que fueron concebidas desde un principio como centros industriales.

Al surgimiento de este síntoma social tan terrible, que ya existía pero no era visible para los más afortunados, llegaron las no menos terribles propuestas de los charlatanes de la época. Entre ellos, el señor Doctor en Medicina A. Mülberger de Wurtemberg, quien será siempre recordado por ser la contraparte a la cual están dirigidos los artículos que el lector se propone a leer y no por sus “aportes” a la ciencia obrera; y es que en esta disputa, tenemos la dicha de apreciar la disyuntiva del socialismo científico frente al “socialismo” burgués; y entender, de una forma marxista, la cuestión de la vivienda.
Cabe destacar, que al momento de su publicación, esta recopilación fue prohibida por el gobierno alemán, que como todo buen gobierno que defiende a sus burgueses, optó por las alternativas menos científicas y más destructivas al problema de la vivienda. Alternativas éstas que aun son repetidas en muchos gobiernos de la actualidad, lo cual contribuye a la relevancia de "El Problema de la Vivienda". Como ejemplo de las mencionadas políticas gubernamentales, podemos nombrar las dos que más se siguen aplicando: el otorgamiento de créditos hipotecarios subsidiados por el Estado y la asignación de viviendas como “beneficio laboral” por parte de empresas privadas.

Ambas medidas tienen en común que son alimentadas por el deseo "humanitario" de la burguesía de lograr que todos los pobres tengan la propiedad de su vivienda. Éste deseo, es ademas compartido por los burócratas progresistas pseudosocialistas, que en el mejor de los casos, admiten que la demanda fundamental de la clase obrera es la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, pero al mismo tiempo declaran que esto sólo sería posible en un futuro lejano, casi utópico, y que primero ciertas reformas deben ser llevadas a cabo y por ello están dispuestos a pactar con la burguesía, en “beneficio inmediato del pueblo".
Los partidarios de ésta última postura, apelan generalmente por soluciones orientadas a la cuestión de la vivienda en un plano aislado del resto de los problemas sociales; lo plantean, no como un síntoma de una sociedad enferma que trata a hombres, mujeres, niños y ancianos como mercancías, sino como una situación particular, ocasionada por la simple escasez en el mercado inmobiliario o por la aplicación malentendida del capitalismo.
Y es que en el fondo, tanto la burguesía como la pequeñaburguesía, creen que la solución radica en que el obrero sea el propietario de su vivienda, pero que al mismo tiempo, todo se mantenga tal cual como está, es decir, que éste continúe siendo explotado; lo que evidencia la incapacidad de un gobierno burgués para dar solución a los problemas estructurales de la sociedad, al limitarse a solucionar (más bien, intentar solucionar) situaciones o problemas puntuales.

Consideramos, luego de haber estudiado esta obra de Friedrich Engels, que lo anterior es un absurdo; y la razón de ello es que toda solución a los problemas que atañen a la clase obrera es inherente a su lucha histórica: la abolición de la propiedad privada de los medios de producción.

Profundicemos esa afirmación: en un mundo donde los medios de producción son privados, no se hace lo justo, sino lo que brinde más ganancia. Por ejemplo, la industria de la construcción y el hecho de que las viviendas sólo se construyen para quien las pueda pagar, y no necesariamente para quien las necesita; debido a que, como todo en el modo de producción capitalista, las viviendas también son una mercancía. De la misma forma, pareciera haber siempre escasez de materiales de construcción para viviendas obreras, debido a que progresivamente se han ido agotando y su precio ha ido subiendo, pero centros comerciales y empresariales nuevos aparecen todos los días.
Por lo último es que obras como “Contribución al Problema de la Vivienda” aún conservan vigencia luego de casi 150 años, y no sólo en países industrializados, sino en todas las latitudes del capital globalizado. Hoy, esta obra se vuelve nuevamente insumo de primera necesidad para un movimiento obrero que enfrenta duras crisis hipotecarias, el reventar de burbujas inmobiliarias, desplazamientos masivos por las guerras del capital y, en el caso particular de Venezuela, la aplicación de políticas especiales y "novedosas" en materia de vivienda.
En Latinoamérica, y el resto de las regiones pobres del mundo, sucede algo muy similar a lo que describía Engels en su obra, y de esa realidad no escapa Venezuela. El problema de la vivienda para la clase obrera venezolana aparece tal como la conocemos hoy en día, a partir de la consolidación de la dinámica de la economía alrededor de la apropiación de la renta petrolera; ello trajo como primera consecuencia la escasez en el interior del país de servicios públicos de toda índole (educación, salud, cultura y deporte), y de fuentes formales de trabajo; producto del abandono de esas regiones por parte de la inversión del capital, que se dirigía a la región costa-montaña, donde se formaba la industria petrolera y se comenzaba a concentrar las pocas industrias de otros sectores y los principales centros de comercio.
Así como en la Europa del siglo IXX, en Venezuela se produjo un éxodo de personas de las zonas rurales hacia las ciudades. Estos trabajadores tenían dos alternativas para no morir de hambre en tierras abandonadas: la primera era dirigirse a alguna de las ciudades que emergieron sin planificación, para trabajar en los nuevos campos petroleros de la Caribbean Petroleum (más tarde a ser propiedad de Royal Dutch Shell). La segunda alternativa era llegar cualquiera de las ciudades ya consolidadas y dedicarse a alguna actividad de índole comercial.

Sin embargo, al llegar a su nuevo hogar, el antes campesino y ahora obrero venezolano, debía competir por los pocos puestos en la nueva industria petrolera, y si perdía, sólo le quedaba someterse a empleos socialmente improductivos, dedicados al comercio y la burocracia; o en el peor de los casos, a la delincuencia, buhonería y demás ramas del trabajo irregular. Además, en el poco tiempo que duró consumar esta migración masiva hacia las ciudades, no hubo oportunidad alguna de planificar, construir y reorganizar las urbes de cara al futuro. Fue en ese momento en el que la clase obrera criolla se vio en la obligación de construir viviendas precarias, con los pocos materiales que podían adquirir, en la periferia de una ciudad que no podían pagar. Venezuela vio nacer sus primeras barriadas.

Cabe destacar, que aún cuando el problema de la vivienda se ha agudizado debido a la incesante proletarización que sufre la humanidad, éste no es exclusivo de tiempos contemporáneos. En ese orden de ideas, Friedrich Engels explica:


“Esta penuria de la vivienda no es peculiar del momento presente; ni siquiera es una de las miserias propias del proletariado moderno a diferencia de todas las clases oprimidas del pasado; por el contrario, ha afectado de una manera casi igual a todas las clases oprimidas de todos los tiempos”.
Una vez entendidas las nociones anteriores, el lector debe preguntarse: ¿Qué podemos esperar como respuesta de una sociedad en revolución para el tema de la vivienda?
En primer lugar, es necesario desechar las soluciones pequeñoburguesas y pseudosocialistas. Éstas no funcionaron hace 150 años y no hay razón para que funcionen ahora, "la locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados".

Los créditos hipotecarios subsidiados por el Estado.
En nuestro país, fue creado el Banco Nacional de Vivienda y Hábitat que, en parte, se encarga del otorgamiento de créditos hipotecarios “sociales” a quienes así lo soliciten, siempre y cuando estén inscritos en el Fondo de Ahorro Obligatorio y cumplan con los requisitos de ley. Este Fondo se encuentra constituido por el ahorro, individual y patronal, equivalente al 3% del salario integral mensual de los empleados (2% pagado por el empleador y 1% por el trabajador). La condición principal de la vivienda que se pretende adquirir es que debe estar debidamente registrada, es decir, no puede ser una vivienda “irregular” (eufemismo para rancho, chabola, etc.) que abundan en los países pobres como el nuestro, y que solo puede existir luego de haber sido edificada por una empresa constructora, sobre un terreno privado, las cuales a diferencia de las primeras, escasean y muchísimo, lo que resulta en precios impagables para cualquier trabajador medio.
Otro dato curioso es que estos créditos son intermediados por los bancos privados, los cuales amparados por la ley, disponen de aprobar o no las solicitudes; y si alguna vez usted ha solicitado un crédito ante un banco, entenderá la noción de que mientras menor sea su sueldo, menor será su crédito; y éste crédito hipotecario subsidiado por el Estado opera de la misma forma. Es decir, sólo pueden acceder a él las capas más elevadas de la clase trabajadora y los pequeñoburgueses en proceso de consolidación. Y paradójicamente, para el otorgamiento de este crédito existen mínimos requeridos de ingreso familiar, pero no existe un máximo; lo que significa que incluso los capitalistas con las mayores fortunas pueden utilizar éste crédito, pero los pobres -quienes son los que más necesitan un techo- se encuentran al margen de esta política.
Aunado a ello, el capital otorgado en forma de crédito es ínfimo en comparación al precio de las viviendas en el mercado inmobiliario de las principales ciudades del país (donde se concentra el 71% de la población). Una vivienda en la capital, barata pero debidamente registrada, cuesta tres veces el monto máximo aprobado por el Banco Nacional de Vivienda y Hábitat para un crédito hipotecario de este tipo; lo que hace inútil esta alternativa para los trabajadores, pero permite a un pequeñoburgués completar lo que le resta de sus ahorros para adquirir su vivienda a costas de los aportes de todo un pueblo sin esperanzas.
De vez en cuando, el BANAVIH decreta un aumento del monto máximo fijado para estos créditos, y declaran que a partir de ese momento existe un balance con respecto al mercado inmobiliario. Pero en la realidad, el precio de las viviendas sube lo equivalente al aumento del limite del crédito al día siguiente del decreto, alejando más al trabajador de un hogar propio.

La asignación de viviendas como “beneficio laboral”.
En segundo lugar, es importante destacar la ineficacia de las viviendas otorgadas como “beneficios laborales” por parte de las grandes empresas públicas y privadas a través de créditos, cajas de ahorro o asignación directa. Esto es, porque para los trabajadores de nuestras ciudades, el cambiar de un empleo a otro es una libertad esencial, haciendo que las viviendas atadas a un trabajo particular tengan suerte de cadena que ata también al trabajador. Además, la cadena de una vivienda atada a un puesto de trabajo amordaza al obrero explotado frente a los abusos del patrono. ¿Quién puede contra la amenaza de que le echen a la familia a la calle si tan sólo se le ocurre entrar en huelga?


Existe otro punto relevante a este aspecto, para ello citamos a Federico Engels, en el primer artículo de esta recopilación, cuando nos explica:
“Un obrero aislado puede, llegado el caso, vender su casita; pero en una huelga seria o una crisis industrial general, todas las casas pertenecientes a los obreros afectados habrían de presentarse en el mercado para ser vendidas, y, por consiguiente, no encontrarían comprador, o, en todo caso, tendrían que venderse a un precio muy  inferior a su precio de coste.”
Además, supongamos que en una localidad en particular, donde opera una empresa privada o pública, que ofrece el beneficio de vivienda, cada trabajador cuenta con la suya propia. Engels también explica que, en este caso, la clase obrera de esta localidad determinada está alojada gratuitamente debido a que los gastos de alquiler de vivienda ya no entran en el cálculo del valor de su fuerza de trabajo. Y si entendemos que el salario de un empleado es igual a lo estrictamente necesario para que pueda sobrevivir el resto de la tarde, llegar a su puesto al día siguiente y reproducir los explotados del futuro, entonces toda deducción por largo tiempo del precio de la vivienda como medio de subsistencia, conlleva a una baja correspondiente del salario. Y a fin de cuentas, el obrero se encontraría pagando el alquiler de su propia casa, no como antes en forma de dinero al arrendador, sino bajo la forma de trabajo no pagado que iría al patrono para el cual labora.
Un ejemplo de lo anterior lo vemos en el caso de la empresa estatal Petróleos de Venezuela, S.A y sus campos petroleros que albergan miles de trabajadores.
Estas dos “soluciones” que se repiten no sólo en Venezuela, sino a nivel mundial, están pensadas bajo una premisa que escuchamos día a día de la boca de los voceros de casi todas las instituciones partidistas de la clase política: el deseo de que cada obrero obtenga la propiedad de su vivienda. Y es ésta utopía reaccionaria lo medular en la lucha contra la burguesía respecto a la cuestión de la vivienda, debido a que pretenden equivocadamente consolidar la propiedad privada de la vivienda de los obreros para utilizarla como una cadena que esclaviza al trabajador frente a su patrono; arrinconándolo en su lucha y destruyendo toda posibilidad de organización e insurrección revolucionaria.
El capital necesita que el proletariado se vea obligado a pagar un alquiler o una hipoteca, a ser esclavo de un banco o a estar sumiso frente al patrono. Para prevalecer, es necesario radicalizar la pelea y hacer de una vez por todas de propiedad social toda la maquinaria, tecnología e infraestructura necesaria para la construcción. El obrero debe romper con la dominación capitalista que se lucra de su trabajo y de la especulación del mercado inmobiliario. ¿Cuántas viviendas han construido los dueños de las grandes inmobiliarias del mundo? Ninguna, absolutamente todas han sido construidas por los obreros y su manos, a cambio de un salario que no alcanza ni para vivir en ellas. ¿Entonces para qué sirven los dueños de esas empresas? Tienen la misma utilidad que los dueños del resto de las empresas: explotar la fuerza de trabajo de otros seres humanos.
También, se deben ocupar los terrenos urbanos que sean aptos para esta iniciativa. La tierra no puede seguir en manos de un grupúsculo de terratenientes, ésta debe ser para quien realmente la necesita; y en este caso, los trabajadores necesitan viviendas.
Y por último, se deben crear ciudades que permitan consolidar el hábitat que requiere la clase trabajadora del presente para construir la sociedad del futuro. Este debe contar con, además de viviendas, industrias y agroindustrias de control obrero, y de esa forma, solucionar el problema de la vivienda, la miseria urbana, el rentismo, el centralismo, el desempleo y el empleo precario.
Es importante destacar que los pobres del mundo no sólo carecen de viviendas, también lo hacen de trabajos que posibiliten la evolución de sus potencialidades técnicas y organizativas. Entonces, la creación de ciudades planificadas y productivas representa una solución integral, dialéctica y revolucionaria al problema de la vivienda en su más amplio concepto: el hábitat.
Sólo la formación de la conciencia de clase y el estudio científico de la realidad social y material permitirá salvar al mundo de la penuria de la vivienda y, en general, de todos los males emanados de la explotación del hombre por el hombre.

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